Hugo Fontela Rodríguez
1986, Grado
Artista
Amor
17 diciembre 2014
300 palabras
No acabo de entender la necesidad de las personas por encontrar algo lógico dentro de una obra de arte, por leer en ella algo que les conecte con la realidad, con un significado claro y conciso, que despeje dudas y tranquilice. Tampoco entiendo la necesidad del artista de tejer entorno a si mismo y a sus creaciones la historia petulante de su vida, llegando a ser estas dos cuestiones, la de la explicación al público y la del artista hacia la autobiografía, lo que más predomine en la escena artística actual.
La obra de arte ha de ser algo tan contundente, tan sólido en su exceso o en su quietud, que se imponga sobre nosotros mismos, que supere nuestra capacidad de expresión, para cautivarnos y hacernos difícil la articulación de cualquier teoría entorno a ella. Ha de ser un grito tan desgarrador, o crear un silencio tan sepulcral, que se imponga ante nosotros como una revelación indescriptible. Necesitamos que se haga un arte puro, audaz, genuino, que conmueva más a la persona como individuo que a la sociedad. Que sea capaz de ser alimento espiritual para los que necesitan emocionarse ante una obra de arte, y no mero entretenimiento para los que carecen de interés, banalizando el medio y creando corrientes de opinión que confunden.
Hay una definición de obra de arte que me atrae bastante: "Algo que jamás nadie pensó que existiese, pero que una vez conocido se hace indispensable". Creo que bajo esta idea de criterio, dejaríamos muchas cosas atrás en el camino. Y no hablo de juzgar sino de valorar en modo justo la escena artística actual. Porque las verdaderas obras de arte, al igual que el amor, producen el mismo efecto en el individuo, y aunque pueda resultar utópico, pueden llegar a cambiar el mundo.