Antonio Sandoval Ullán
1965, Salamanca
Doctor en filosofía por la USAL
Circular
30 noviembre 2014
304 palabras
Cuando nacemos, cuando vivimos y cuando creamos, todo nuestro pensamiento es circular, tiene un origen para terminar en el final preestablecido y no en otro. Nos creemos libres en medio del trazado del círculo de nuestra vida, nos creemos superhombres, NOS CREEMOS DIOS, sin saber que somos gusanos nietzscheanos que nos chocamos una y otra vez contra el perímetro de este circulo que es la vida. De ahí que tengamos la sensación de alienación metafísica, de que nada tiene sentido pues no hay libertad y Sí la hay. Puede no haberla pero si elegimos la vía creativa, la vía del conocimiento, la incesante vía del inconformismo gnoseológico y filosófico la alcanzamos y añadimos círculos de vida al nuestro primigenio. Unimos unos a otros, es decir los círculos del conocimiento que nos liberan y nos hacen dejar de ser los gusanos nietzscheanos anteriormente mencionados, solamente el conocimiento, el Sapere Aude kantiano nos libera del pesimismo sartriano. No son círculos añadidos al primero y fundamental, sino que son círculos que hacen mas grande y fuerte al único, al primigenio y vital.
Desde el primer momento en que nacemos se empieza a trazar el círculo de nuestra vida y poco a poco vamos trazando la vida, las experiencias, los aciertos y los errores pero que al final conforman el circulo de la vida y, de repente, vemos que llegamos al final de este primer circulo, porque la vida no es solamente un circulo. Son todos los círculos que nosotros queramos. A través de movimientos no rectilíneos sino curvos vamos trazando la vida y conformando los distintos círculos que forman la vida de los seres humanos.
De todo esto podemos derivar que lo perfecto es lo circular. Desde Platón, con sus polis circulares, las demás formas son imperfectas, con sus aristas dificultan el conocimiento filosófico de la vida.